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Historia de las ideas y de la cultura en Chile.

Tomo IV: Nacionalismo y Cultura.

de Bernardo Subercaseaux

Por Gabriel Cid en Bicentenario. Revista de Historia de Chile y América, vol. 7, nº1, 2008


En 1998 los destacados historiadores Simon Collier y William F. Sater destacaban la importancia en la historia chilena del período 1918-1931, en tanto constituía un eje articulador del Chile “tradicional” y el Chile “moderno” y los múltiples vacíos historiográficos que había que llenar al respecto[1]. Uno de los ejes articuladores de este período que ha evidenciado la historiografía reciente sobre las primeras décadas del siglo XX chileno es la preeminencia del nacionalismo en sus más diversas manifestaciones: políticas, económicas, educacionales y culturales. Así lo han expuesto los excelentes estudios de Patrick Barr-Melej, Reforming Chile. Cultural politics, nationalism and the rise of the middle class (2001) y Stefan Rinke, Cultura de masas, reforma y nacionalismo en Chile, 1910-1931 (2002). Es precisamente en torno a estas importantes reflexiones historiográficas sobre el nacionalismo chileno donde el reciente libro del destacado académico Bernardo Subercaseaux viene a aportar nuevas y luminosas interpretaciones sobre este importante problema, tanto histórico como historiográfico.

 

El texto de Subercaseaux es el cuarto tomo de su Historia de las ideas y de la cultura en Chile, y está centrado temporalmente en torno a las primeras tres décadas del siglo XX. El eje articulador de su texto es la preeminencia del nacionalismo como “fuerza cultural dominante” en este período. Aunque su carácter monográfico le otorga un carácter autosuficiente a este tomo, debe ser cotejado idealmente con el tercer tomo de la serie, titulado El centenario y las vanguardias (2004). Esto, según Subercaseaux, porque de cierta forma el nacionalismo y las vanguardias artísticas son dos respuestas intelectuales y estéticas –en las antípodas una de la otra– a un mismo fenómeno: el agitado proceso de modernización y crisis de la sociedad chilena en las primeras décadas del siglo XX. Si en su tercer tomo Subercaseaux analizó las propuestas de la vanguardia frente a este escenario, en Nacionalismo y Cultura se propone evidenciar las múltiples dimensiones de esta fuerza cultural hegemónica.

Resumiendo los contenidos temáticos del libro –más allá de sus aspectos teóricos–, el lector se encontrará con aspectos tan diversos e interesantes como literatura, historiografía, educación, economía, política, inmigración, racismo –uno de los fenómenos más interesantes y destacables del texto–, música, teatro y cine, entre otros. Como se puede apreciar, la riqueza temática del libro es uno de sus aspectos más destacables.

El análisis del nacionalismo chileno por parte de Subercaseaux parte y se desarrolla a lo largo del libro desde una enriquecedora perspectiva multidisciplinar, que ha caracterizado la obra de este autor. En efecto, a lo largo del texto dialogan disciplinas y enfoques como los estudios literarios y culturales, la sociología de la cultura, la historia política, social y de las ideas junto con el análisis del discurso. Desde esta perspectiva analítica, las interpretaciones plasmadas en el libro se caracterizan por su riqueza y lucidez.

El eje interpretativo a partir del cual se articulan los argumentos y análisis de Subercaseaux es lo que el denomina el tiempo de integración, es decir, una escenificación colectiva del tiempo que predomina desde fines del siglo XIX hasta inicios del siglo XX. Los discursos y la cultura del período se caracterizan por estar enmarcados en este tiempo de integración (producto del clima de cambios, crisis y modernización), en donde casi todas las manifestaciones apuntan hacia la cohesión social e integración simbólica-discursiva de nuevos actores sociales. Desde esta línea, Subercaseaux entronca teóricamente su trabajo desde los postulados de autores como Eisenstadt, Gellner y Smith, analizando el nacionalismo de la época como una argamasa necesaria para cohesionar simbólica y discursivamente a una sociedad en crisis producto de la desestructuración social generada por el proceso de modernización vivido por la sociedad chilena ya desde fines de la centuria decimonónica, pero que se manifiesta de forma más evidente en las primeras décadas del siglo XX.

A partir de este modelo hermenéutico, Subercaseaux analiza los distintos niveles en que se manifestó el nacionalismo en la cultura chilena: desde una incipiente sociedad de consumo hasta la literatura, desde la política a la economía, desde la educación  hasta la historiografía. Lo que caracteriza el nacionalismo del período sería su divergencia y aún franca oposición con el nacionalismo liberal decimonónico, donde el énfasis estaba más centrado en la construcción y educación de “ciudadanos”, más que de formar “chilenos”. Será precisamente este vuelco el que se plasmará en la cultura del período bajo distintas formas: promoviendo nuevos tópicos narrativos, estéticos y musicales propiamente “chilenos”, como el huaso, el roto, el minero, los mapuches, etc. De esta forma, y quizás sea uno de los fenómenos más importantes del período, el autor analiza el proceso de etnización de la nación, ya presente con oscilaciones en el siglo XIX, pero que ahora se legitima como una narración y una estética hegemónica.

De ahí, por tanto, la relevancia del libro de Bernardo Subercaseaux. La clave es que, a diferencia de una gran parte de la historiografía, la cultura tiene en el análisis del nacionalismo un papel fundamental. No es un accesorio de la política, ni tampoco –como se ha sostenido insistentemente– una creación unidireccional del Estado, ni una entelequia maquiavélica de las elites para legitimarse en el poder. Sin duda, estos elementos están presentes en el fenómeno del nacionalismo, pero la virtud del trabajo de Subercaseaux es escapar al monocausalismo y al reduccionismo interpretativo que suele desprenderse de tales posturas.

Lo interesante de Nacionalismo y Cultura es que precisamente señala las limitaciones de estas interpretaciones. Si el nacionalismo en este período fue la fuerza cultural hegemónica del período, fue por ser parte de un imaginario transversal a la sociedad. Fue –según palabras del autor– precisamente “un campo de negociación de intereses diversos, de sectores que a pesar de esta diversidad compartían una imagen y una mitología retrospectiva de la nación” (p. 186).

Antes de finalizar, debemos señalar algunas limitaciones del trabajo, que por su extensión cronológica y temática son hasta cierto punto comprensibles, y merecen ser consideradas en el marco de un trabajo excelente. Si hay algo que caracteriza la construcción de las identidades nacionales es su autoafirmación a partir de lo que sus productores culturales definen como la alteridad, lo “otro”. Este “otro” –a nivel de representaciones culturales– no es sólo la oligarquía afrancesada en las primeras décadas del siglo XX, como destaca suficientemente el texto de Subercaseaux, sino que también hay otra serie de “otros”, tanto internos como externos: ¿Cómo representaban los productores culturales del nacionalismo chileno hegemónico a los “otros” internos de este período, como anarquistas, protestantes e inmigrantes? ¿En que medida las representaciones discursivas y estéticas de argentinos, peruanos y bolivianos ayudaron a definir las autorepresentaciones de “lo chileno”? Son interrogantes que el texto no responde.  Por otra parte, hay una serie de errores a nivel formal, como  innumerables citas textuales de períodicos que no se explicitan adecuadamente en las notas, así como la falta de especificación de páginas en todas las citas textuales de libros, lo que es una omisión a nivel formal grave que además dificulta el acceso a la información al lector interesado.

Finalmente, el libro de Bernardo Subercaseaux debe ser considerado como un texto imprescindible para la comprensión del nacionalismo chileno, precisamente en el período en que éste cambia de su sustrato político a uno basado en parámetros étnicos. De ahí la relevancia de un trabajo amenamente escrito, con interpretaciones novedosas, sugerentes y lúcidas. En la perspectiva del Bicentenario, el libro Nacionalismo y Cultura se transforma en un medio valioso para aproximarnos a una comprensión crítica de los diversos aspectos que fueron configurando el nacionalismo chileno en las primeras décadas del siglo XX, de los cuales muchos elementos se mantienen, mutatis mutandis, hasta el día de hoy. En síntesis, se trata de un libro que, a pesar de las distancias cronológicas con el período estudiado, es más actual e interesante que nunca.

 

Gabriel Cid

Programa de Magíster en Historia

Pontificia Universidad Católica de Chile.



[1] Simon Collier y William F. Sater, “Una época clave en Chile (1918-31)- lo que dice la historiografía y lo que no dice todavía”, Boletín de Historia y Geografía, N° 14, 1998, pp. 40-41

 
 
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